Educación vial primero: aprender para prevenir y salvar vidas

Ciudad de México, 5 de octubre de 2025. En el centenario de la efeméride de la educación vial —instituida el 5 de octubre de 1925, cuando el Primer Congreso Panamericano de Carreteras declaró la fecha para promover jornadas formativas y de concientización—, nuevos hallazgos en México confirman un mandato ciudadano: la educación vial debe ser el pilar de la política pública para reducir siniestros y proteger vidas.

La evidencia es contundente. De acuerdo con la Encuesta de Percepción de Seguridad Vial impulsada por Fundación Aleatica para la Seguridad Vial en colaboración con SIMO Consulting y el Instituto Universitario de Tránsito y Seguridad Vial (INTRAS) de la Universidad de Valencia, el 68% de las personas considera que mejorar la educación vial en la escuela sería muy eficaz para disminuir los siniestros de tránsito. La seguridad vial no es percibida como un trámite para obtener una licencia de conducir, sino como un aprendizaje temprano que moldea hábitos para toda la vida. El respaldo a esta creencia crece entre la población joven: 75% en el grupo de 25–34 años.

El llamado social incluye elevar el estándar para obtener el permiso de conducir. 64% califica como muy eficaz establecer exámenes teóricos y prácticos rigurosos para acceder a la licencia de conducir. No basta con “saber manejar”: la ciudadanía demanda comprensión de las normas, conciencia del riesgo y aptitudes para la convivencia vial.

Al mismo tiempo, los instrumentos punitivos aparecen como complemento, no como eje. Un Sistema de Licencia por Puntos es considerado muy eficaz por 56% de la población encuestada, mientras que ajustar el precio del seguro al riesgo del conductor alcanza 53%. La preferencia es clara: formación y prevención primero; la sanción acompaña, no dirige.

Estos resultados dibujan una hoja de ruta concreta para las políticas públicas en México: educación vial continua y  obligatoria —desde la escuela a la recertificación de conductores—; pruebas de licencia exigentes con actualización periódica frente a riesgos emergentes (motociclistas, velocidad, alcohol, distracciones); entornos que enseñan —infraestructura, señalización y control coherentes con los aprendizajes—; e incentivos y sanciones inteligentes que refuercen la formación, no que la sustituyan.

A cien años de instaurada la efeméride, el mensaje que emerge de la ciudadanía es inequívoco: educación vial primero. Pasar a la responsabilidad compartida en el espacio público es el camino para prevenir y salvar vidas. Somos Seguridad Vial.

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